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Glaucoma

El glaucoma es una enfermedad del nervio óptico que provoca un deterioro progresivo en el campo visual de las personas que lo padecen de forma irreversible e indetectable por el paciente hasta que se encuentra en estadíos finales, ya que no produce síntomas que alerten de dicha pérdida.

Por ello se le denomina la “ceguera silenciosa” ó el “ladrón silencioso de la vista”. Con la edad, la posibilidad de padecer glaucoma aumenta y si no se diagnostica y se trata a tiempo, se puede perder la visión por completo.

Además de la discapacidad que genera, un ejemplo de los efectos colaterales del glaucoma, es que el riesgo de caídas en pacientes con esta enfermedad, es cuatro veces mayor que el de una persona con visión saludable.

Causas y factores de riesgo

Para que la visión sea adecuada es necesario que el nervio óptico, que conecta el ojo con el cerebro y transmite a éste la información visual captada por el ojo, esté sano. Los principales factores de riesgo en el daño glaucomatoso son:

Aumento de la presión intraocular: es el más importante y frecuente. Este aumento puede provocar una lesión en las fibras nerviosas que forman el nervio óptico. De no detectarse y  tratarse la enfermedad, el nervio sufre un daño irreversible y el paciente puede perder completamente la visión. Generalmente, este proceso ocurre porque el paciente tiene dificultades para que el humor acuoso (líquido transparente que baña el interior del ojo en su parte anterior) salga y drene adecuadamente del espacio que lo contiene, lo que provoca el aumento de la presión intraocular y el daño al nervio óptico. Sin embargo, también existe un tipo de glaucoma en el que el daño se produce con presiones oculares normales (glaucoma de tensión normal). El glaucoma puede estar asociado a otros factores de riesgo, como presión arterial baja y otras enfermedades vasculares.

Edad: el riesgo aumenta a partir de los 40 años.

Raza: es más frecuente en la raza negra y asiática, y también hay alta prevalencia en la población mediterránea.

Antecedentes familiares de glaucoma: por ello es fundamental que las personas con familiares que padezcan o hayan padecido la enfermedad se revisen periódicamente aunque no tengan ningún síntoma.

Factores oculares: los pacientes con miopía tienen mayor prevalencia de glaucoma crónico. Así mismo, el espesor corneal por debajo de la media también se considera un factor de riesgo.

Factores sistémicos: la diabetes mellitus aumenta el riesgo de padecer glaucoma. También es importante controlar factores de riesgo cardiovascular como la hipercolesterolemia.

Tipos de glaucoma

Según la edad

Glaucoma congénito

Aparece ya al nacimiento del bebé.

Glaucoma infantil

Secundario a anomalías oculares o sistémicas.

Glaucoma del adulto

Aparece en la edad adulta.

Según el origen del glaucoma

Glaucoma primario

Si no existe otra enfermedad que lo cause. Dentro de este apartado se incluyen los siguientes tipos:

  • De ángulo cerrado: el espacio del ojo por donde drena el humor acuoso es el ángulo formado por el iris y la córnea. Si éste ángulo es muy estrecho o está cerrado, se puede producir un glaucoma que suele aparecer de forma aguda, con elevación brusca de la presión intraocular, dolor intenso, disminución de agudeza visual, visión de halos alrededor de las luces, enrojecimiento del ojo, dilatación de la pupila, náuseas y vómitos. En estos casos agudos, por tanto, si aparecen síntomas evidentes, pero son mucho menos frecuentes
  • De ángulo abierto: en estos casos, el ángulo formado por el iris y la córnea es normal. La evolución es lenta y no existen síntomas aparentes, pero el campo visual se va dañando y la visión del paciente se deteriora progresivamente. Es el más frecuente.

Glaucoma secundario

Cuando existe otra enfermedad que lo origina. Dentro de este apartado se incluyen los siguientes tipos:

  • Inducido por tratamientos con corticoides de forma prolongada.
  • Traumático: puede ocurrir tras un traumatismo ocular, y puede aparecer incluso muchos años después del mismo.
  • Pseudoexfoliativo: es un tipo de glaucoma muy agresivo, que tiene lugar en personas afectadas por una enfermedad de origen genético conocida como síndrome de pseudoexfoliación y que provoca otras alteraciones oculares.
  • Pigmentario: también es un glaucoma agresivo que puede afectar a pacientes jóvenes, siendo más frecuente en miopes.
  • Asociado a mala posición del cristalino o a cataratas evolucionadas.
  • Asociado a uveítis.
  • Neovascular, etc.

Cómo se puede prevenir y diagnosticar

Lo más importante es el diagnóstico precoz

El glaucoma es una enfermedad silente, que no da síntomas hasta las fases finales. Excepto en los casos de glaucoma agudo, mucho menos frecuente, en esta enfermedad lo más probable es que el paciente no note pérdida de visión inicialmente, ni sienta dolor o sensación de presión ocular ni se ponga el ojo rojo.

El glaucoma empieza afectando al campo visual periférico y respeta la visión central, por lo que no nos damos cuenta de la pérdida de visión en las fases iniciales. Por esto es fundamental realizar un diagnóstico precoz, que esté encaminado junto con el tratamiento, a evitar o enlentecer al máximo la progresión del glaucoma. El daño que se haya producido en el nervio óptico en el momento del diagnóstico es irreversible.

De ahí la importancia de hacer revisiones oftalmológicas periódicas, sobre todo cuando existe algún factor de riesgo. A partir de los 40 años, sobre todo si existen antecedentes familiares, es necesario realizar una revisión oftalmológica anual o bianual.

El diagnóstico se realiza atendiendo a distintos indicadores, aunque en algunos casos y sobre todo en las fases iniciales, llegar a un diagnóstico certero no sea tarea fácil. Sospechamos glaucoma en las siguientes situaciones:

  • Presión intraocular (PIO) alta. No obstante, existen pacientes con presión intraocular normal que padecen glaucoma y otros con hipertensión ocular que no tienen glaucoma ( por ejemplo, cuando el espesor corneal del paciente está por encima de la media). Sin embargo, como el principal factor de riesgo para el desarrollo de la enfermedad es tener la presión ocular alta, se debe revisar periódicamente a este grupo de pacientes.
  • Determinados hallazgos en el segmento anterior del ojo, como la presencia de excesivo pigmento u otros materiales de depósito (material pseudoexfoliativo), vasos anómalos en el iris secundarios a trastornos vasculares, configuraciones especiales en la disposición del iris, inflamaciones, etc…
  • Aspecto sospechoso del nervio óptico: el glaucoma genera un aumento en la excavación del nervio óptico, aunque este signo no es exclusivo del glaucoma y puede apreciarse en individuos sanos.

El oftalmólogo debe cotejar todos estos datos clínicos. Para llegar al diagnóstico de la enfermedad es de vital importancia apoyarse en algunas pruebas diagnósticas, imprescindibles en el diagnóstico precoz y en el seguimiento de la enfermedad.

Las pruebas más habituales y de mayor eficacia son:

  • La perimetría o campimetría computerizada (campo visual): Con la campimetría computerizada analizamos el estado del campo visual del paciente y podemos ir comparando en el tiempo si éste se deteriora o, por el contrario, se mantiene estable, es decir si la enfermedad progresa o no. Es una prueba no invasiva e indolora, que aporta  información funcional muy valiosa.
  • La tomografía de coherencia óptica (OCT) de la capa de fibras nerviosas de la retina: esta prueba nos aporta información estructural acerca del daño que se produce en el nervio óptico. Tiene la ventaja de que detecta cambios estructurales de forma más precoz que la campimetría, por lo que es una herramienta muy útil en las fases iniciales de la enfermedad. Igualmente es una prueba no invasiva e indolora.

¿Cómo se trata el glaucoma?

El objetivo del tratamiento es preservar la función visual de los pacientes, mejorando en lo posible su calidad de vida y evitando o retrasando al máximo el avance de la enfermedad.

El tratamiento no consigue recuperar el campo visual perdido en el momento del diagnóstico, pero sí permite enlentecer o evitar el avance de la enfermedad y conservar la visión que tenemos.

Existen diferentes formas de tratamiento.  El objetivo es disminuir la presión intraocular, que es el principal factor de riesgo. Podemos bajar la tensión del ojo mediante fármacos (generalmente  colirios que se aplican en el ojo), procedimientos con láser (trabeculoplastia, iridotomía) o procedimientos quirúrgicos (esclerectomía profunda no perforante o EPNP, cirugía minimamente invasiva con implantes trabeculares intraoculares o MIGS y válvulas).

Colirios

Los colirios rebajan la presión intraocular ya que hacen descender la cantidad de líquido (humor acuoso) que produce el ojo o ayudan a que el líquido abandone el ojo con mayor facilidad. Por esta razón, el tratamiento comienza con colirios hipotensores en el momento en el que se diagnóstica el glaucoma, sobre todo cuando el daño no es avanzado.

Una de las claves del éxito del tratamiento es el adecuado cumplimiento del mismo por parte del paciente, lo que no siempre se consigue de forma adecuada en los tratamientos de las enfermedades crónicas como es el glaucoma.

Tratamientos Láser

Los procedimientos con láser Argón pueden rebajar la presión ocular, al evitar el bloqueo que se produce en los mecanismos de drenaje del ojo, facilitando así la salida del líquido intraocular hacia el exterior (trabeculoplastia). Esta técnica pierde eficacia con el tiempo, por lo que no resulta de gran utilidad en los pacientes más jóvenes. En algunos casos, el láser se utiliza para crear nuevos canales de drenaje en el interior del ojo, cuando hay alguna obstrucción al flujo normal de fluido, mediante la realización de un pequeño orificio en la periferia del iris (iridotomía). A veces se realiza como tratamiento preventivo en ojos pequeños, para evitar el glaucoma agudo por cierre del ángulo entre iris y córnea (subida brusca de presión intraocular con riesgo alto de ceguera) o para modificar la disposición del iris en los ojos con un exceso de pigmento, que puede predisponer al glaucoma.

Tratamientos quirúrgicos

Los procedimientos quirúrgicos rebajan la presión intraocular creando una apertura en la pared del ojo (esclera) por la que el líquido intraocular puede salir con facilidad. Se indican cuando el tratamiento con fármacos no es suficiente y la enfermedad avanza, con el consiguiente empeoramiento del campo visual. Hay varios tipos de intervenciones:

Esclerectomía Profunda No Perforante (EPNP)

Es la técnica que tiende a desplazar a la trabeculectomía o cirugía clásica (perforante) porque consigue un adecuado control de la presión intraocular, disminuyendo el riesgo de complicaciones postquirúrgicas, al no perforar el ojo. Con esta cirugía se consigue un aumento en la filtración de humor acuoso, gracias al uso de un pequeño implante, para asegurar que no se bloquea la vía de drenaje. Esta técnica NO perforante, reduce los riesgos durante y después de la cirugía.

Implante iStent inject

Se trata de una microcirugía en la que se coloca un implante de última generación dentro del ojo a través de una mínima incisión, durante la cirugía de cataratas o como un procedimiento separado, en tan solo 10 minutos. Estos implantes están diseñados para crear una derivación del liquido intraocular desde el interior del ojo hacia el exterior y bajar así la presión intraocular. El objetivo de esta cirugía de mínima entrada en el ojo es aumentar la seguridad y disminuir los riesgos de la cirugía filtrante convencional.

Son muy útiles en casos de pacientes que van a ser intervenidos de catarata pudiéndose realizar una cirugía combinada (catarata y glaucoma) para reducir o retirar la medicación que está usando el paciente y mejorar el control de la presión intraocular. También pueden usarse en pacientes que ya han sido intervenidos previamente de glaucoma y que no han respondido adecuadamente a esas otras alternativas.

Otros implantes

Existen otras opciones quirúrgicas que suelen reservarse para pacientes que no han respondido adecuadamente a las anteriores técnicas.

Elegir una técnica quirúrgica u otra depende del tipo de glaucoma, de la evolución de la enfermedad, de la eficacia previa de otros tratamientos y la tolerancia a los mismos, de la edad y estado general del paciente… El oftalmólogo decidirá cuál es la más pertinente en cada caso.

Preguntas frecuentes

Excepto en los glaucomas agudos, en los que los síntomas son dolor ocular muy intenso acompañado de disminución de visión, ojo muy rojo y grave malestar general, el resto de los glaucomas (la mayoría de ellos) no producen síntomas apreciables por el paciente. Normalmente, los pinchazos y molestias en los ojos son debidos a alteraciones de la superficie del ojo como conjuntivitis, blefaritis, ojo seco…No obstante, es necesario realizar una revisión oftalmológica si Usted tiene dichas molestias.

El hecho de tener familiares con glaucoma aumenta la probabilidad de padecer la enfermedad, por lo que es imprescindible realizar una revisión oftalmológica al menos una vez al año o con la periodicidad que le indique el oftalmólogo.

No necesariamente. A veces el simple hecho de tener una córnea de grosor elevado puede hacer que la medida de la presión intraocular dé valores altos. No obstante, habrá que evaluar otros factores como el estado del nervio óptico, la presencia de otros factores de riesgo y habrá que realizar pruebas diagnósticas complementarias. Si todas estas pruebas dan resultados normales, será clasificado como paciente con hipertensión ocular pero no con glaucoma. Requerirá un control más frecuente por parte del oftalmólogo, pero no tiene necesariamente que requerir tratamiento.

El glaucoma es una enfermedad crónica y por tanto, el tratamiento con colirios será crónico. El éxito del tratamiento y el adecuado control de la enfermedad, dependen absolutamente del correcto seguimiento del mismo. Usted debe aplicarse los colirios prescritos por el oftalmólogo con la frecuencia que le haya indicado. Asimismo, debe informar al oftalmólogo de los posibles efectos secundarios que puedan surgir, por si estos hicieran preciso un cambio del tipo de tratamiento.

El material pseudoexfoliativo está formado por una sustancia de origen proteico, que se deposita en la parte anterior del ojo, habitualmente en personas mayores. Estos pacientes suelen tener presiones intraoculares elevadas en el momento del diagnóstico y suele ser más difícil de controlar. Además de aumento de la tensión ocular, produce otras alteraciones oculares como dificultad para dilatar la pupila y debilidad en la zónula (finísimos ligamentos que anclan el cristalino al ojo), lo que aumenta los riesgos durante la cirugía de cataratas de estos pacientes.

Hoy en día la mayoría de las intervenciones quirúrgicas en oftalmología pueden ser realizadas con anestesia local. Por ello, el paciente no sentirá dolor durante la cirugía. En las horas y días posteriores a la intervención, puede sentir leves molestias como sensación de cuerpo extraño, escozor, ojo rojo, etc, que deben ser consideradas como normales.

Con la intervención de glaucoma no se recupera visión, sino que lo que se intenta es evitar el empeoramiento. Durante el postoperatorio inicial el paciente verá más borroso que antes de forma transitoria, debido a la inflamación postquirúrgica habitual. En casos muy excepcionales se puede producir una disminución de visión no esperada de forma permanente. Dado que los pacientes glaucomatosos suelen ser de edad avanzada, no es raro que, además, tengan ya cataratas. Si esto ocurre así, es muy habitual que el oftalmólogo plantee una cirugía combinada de glaucoma y catarata en el mismo acto quirúrgico. En este caso, el paciente sí experimentará una mejoría visual, derivada de la extracción de la catarata.

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