Todos hemos llorado de alegría o de pena, por una ruptura, de risa, por estrés o simplemente pelando una cebolla, pero no sólo entonces producimos lágrima, sino que lo hacemos de una manera continua. Estas lágrimas son las llamadas lágrimas basales, las lágrimas más discretas.
El ser humano dispone de un sistema lagrimal que consta de la glándula lagrimal, ubicada en la zona de la órbita ocular y un sistema de drenaje constituido por los orificios lagrimales superior e inferior. Estos 2 canalículos se fusionan dando lugar al canalículo común que llega hasta el saco lagrimal y se continua hacia la nariz.
Mientras hacemos nuestra vida habitual, las glándulas lagrimales de nuestros ojos están en continua generación de lágrimas, hasta el punto de que cada persona genera una media de 300 mililitros diarios de lágrimas, es decir, 114 litros al año. Las lágrimas se producen en unas glándulas llamadas de Meibomio (unas 60), glándulas de Krause (unas 28) y glándulas de Wolfring (unas 3), así como en la glándula lagrimal.
Este lagrimeo silencioso permite que el ojo se mantenga hidratado y oxigenado, con la adecuada transparencia corneal y además protegen al ojo de la suciedad exterior. Las lágrimas basales son por tanto, como el servicio de mantenimiento del ojo. Cuando hay un defecto de producción de lágrimas estamos ante un ojo seco y si hay un defecto en el drenaje, el ojo nos llora continuamente porque tendremos una patología conocida como epífora.
Pero además de las lágrimas basales también tenemos las lágrimas reflejas, que se convierten en nuestro escudo protector yque el organismo despliega en situaciones de peligro. Es lo que sucede cuando se te mete alguna mota de polvo o una pestaña en el ojo, si hay humo en el ambiente o cuando cortamos una cebolla. No es que estemos tristes por “asesinar a la cebolla”, es que el ojo se está protegiendo de las sustancias que despide este tipo de verdura.
En este caso las lágrimas aparecen por los aceites volátiles que confieren a la cebolla su sabor característico y que contienen un tipo de moléculas orgánicas denominadas sulfóxidos de aminoácidos. Al cortar el tejido de una cebolla, se liberan unas enzimas llamadas alinasas que convierten a estas moléculas en ácidos sulfénicos, que a su vez forman el verdadero agente desencadenante de las lágrimas: el syn-propanotial-S-óxido.
Las terminaciones nerviosas de la córnea detectan el compuesto y surge el picor de ojos. Por esto las glándulas lacrimales se activan para eliminar la irritación. Por todo ello, las lágrimas reflejas son más abundantes que las basales y además, contienen más anticuerpos para detener cualquier microrganismo que pueda entrar en el ojo.
Y por último, no podemos olvidar las lágrimas emocionales: las sentimentales. El organismo percibe que estados de ánimo como el estrés, la pena, la impotencia, pueden ser peligrosos y para estabilizar las emociones lo antes posible, envía lágrimas a los ojos como arma defensiva, del mismo modo que el ritmo cardíaco se acelera y la respiración se ralentiza en estas circunstancias. A pesar de que el objetivo de las lágrimas emocionales está claro, los científicos no llegan a determinar sobre cómo el llanto ayuda en este proceso de estabilización. Unas teorías apuntan a la búsqueda de aceptación y entendimiento social para lograr empatía con otras personas.
Junto a esto, otros estudios han descubierto que las lágrimas emocionales tienen un contenido más alto que las basales o reflejas en hormonas de estrés, como la ACTH o encefalina. De este modo, serían las propias lágrimas, a través de estas endorfinas y analgésicos naturales, las que colaborarían en que se alcance el sosiego.
Dra Martín
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