Una frase que decimos mucho los oftalmólogos y que nos define un poco es la de “yo me lo guiso, yo me lo como”, y la verdad que no le falta razón.
El médico de familia está muy limitado en su consulta para una correcta valoración de los ojos, pues aunque tenga altos conocimientos de oftalmología si no dispone de medios suficientes no va a poder hacer una exploración adecuada. Eso hace que directamente nos manden los pacientes a nuestra consulta sin poder prescribir ningún tratamiento previo pues al no tener el diagnóstico preciso, éste tratamiento puede producir más daño que beneficio.
Los oftalmólogos tenemos la dificultad que sin el aparataje necesario prácticamente no podemos trabajar. En nuestra consulta son imprescindibles muchos equipos médicos y por lo menos, una lámpara de hendidura, un tonómetro y un oftalmoscopio, todo esto para una primera valoración.
Si después queremos hacer un estudio más profundo nos hemos de valer de un campo visual, un tomógrafo de coherencia óptica, un topógrafo, un recuento endotelial y un sin fin de aparatos que hacen de nosotros una especialidad altamente dependiente de tecnología moderna.
La oftalmología es una especialidad que en muchas aspectos es autosuficiente y eso hace que no necesitemos del resto de especialidades para llegar a un diagnóstico y a un tratamiento correcto.
Aunque me gustaría destacar que, por otro lado, tenemos o hemos de tener muy buena comunicación con ciertas especialidades como son neurología, medicina interna, pediatría, otorrinolaringología, radiología o endocrinología pues son muchas las enfermedades que compartimos en común.
Todo esto ha hecho de la oftalmología una especialidad apasionante y con un lado oscuro (nunca mejor dicho pues trabajamos en penumbra casi todo el tiempo) que nos ha convertido en unos profesionales muchas veces algo desconocidos dentro del hospital.
Dr Mora