La conjuntivitis primaveral o vernal es un tipo de conjuntivitis alérgica en la que se produce una inflamación de tipo alérgico de la conjuntiva, que es la membrana transparente que cubre la parte de fuera de los ojos y el interior de los párpados.
Este tipo de conjuntivitis habitualmente comienza en la infancia, afectando más frecuentemente a los varones. Es una enfermedad autolimitada es decir, que tal como ha aparecido desaparece con el paso de los años. No suele durar más de 10 años y en general se resuelve en la pubertad siendo muy rara después de los 30 años de edad.
Esta conjuntivitis primaveral es más frecuente en los meses de primavera y verano, aunque algunos niños tienen síntomas todo el año en regiones con climas cálidos como por ejemplo la mediterránea.
Su causa se desconoce y a pesar de ser considerada un tipo de alergia ocular las pruebas cutáneas para diferentes alergenos suelen ser negativas, por lo que para el diagnóstico suele ser suficiente con los síntomas y la exploración en consulta.
Los niños con este tipo de conjuntivitis normalmente se quejan de picor intenso en los ojos que muchas veces se puede desencadenar por un estímulo inespecífico como exposición a la luz brillante, el calor, al viento, al polvo o el ejercicio físico. Además los niños suelen presentar síntomas como: lagrimeo, secreciones blanquecinas abundantes y fotofobia o gran sensibilidad a la luz.
En la exploración oftalmológica, lo más característico es una inflamación de la parte interna de los párpados. Se forman unas grandes placas rojas, que se llaman papilas gigantes. Estas, al rozar el ojo causan sensación de arenilla o cuerpo extraño. Son visibles a simple inspección y para verlas solo hay que dar la vuelta al párpado.
Para su tratamiento, el oftalmólogo puede prescribir diferentes tipos de gotas según la gravedad del cuadro, generalmente: antialérgicos (antihistamínicos y/o estabilizadores de mastocitos) antiinflamatorios no esteroideos y corticoides.
Otro aspecto muy importante a tener en cuenta son las medidas higiénicas de mantenimiento. Es importante insistir a los niños en que no deben frotarse los ojos ya que esto puede favorecer el empeoramiento del picor, producir pequeñas heridas y favorece el contagio con bacterias que puedan estar en manos y párpados. Por esta misma razón es importante mantener limpia la zona palpebral con lavados 1-2 veces al día que se pueden hacer con productos específicos para esta zona o jabones neutros no abrasivos. Es aconsejable el uso de lágrimas artificiales ya que alivian el picor, hidratan y lavan el ojo arrastrando posibles alérgenos. El empleo de compresas frías también produce un gran alivio. El frío, además de tener un efecto anestésico leve, es un estabilizador de membranas, reduciendo la liberación de histamina. Por último, conviene evitar las altas temperaturas y climas muy cálidos en la medida de lo posible y proteger los ojos de la luz solar.
Dra Raquel Lapuente
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