Actualmente, la miopía está aumentando de forma alarmante a nivel mundial: en Europa y EEUU su prevalencia se ha duplicado en el último siglo y afecta al 50 y 40% respectivamente de la población menor de 35 años, cifras irrisorias comparadas con las de los países de Asia del Este, donde afecta al 80-90% de los adolescentes urbanos. Algunos estudios estiman que, en 2050, la mitad de la población mundial será miope (cinco mil millones de personas) y el 10% sufrirán miopía magna.
La miopía es un defecto de refracción que se caracteriza porque las imágenes que vemos son enfocadas por delante de la retina y no sobre ella. Esto provoca mala visión en la distancia lejana. Suele iniciarse en la infancia y excepto en casos de miopía magna, tiende a estabilizarse al final del crecimiento, alrededor de los 20-22 años.
La miopía se debe a un aumento del eje anteroposterior del ojo (la longitud del ojo desde su parte delantera a su parte trasera) o a un aumento en la curvatura de la córnea o el cristalino.
La miopía magna, por encima de 6 dioptrías, tiene unas características especiales y se asocia con más frecuencia a otras enfermedades oculares como desprendimiento de retina, glaucoma o patología macular severa, con el detrimento en calidad de vida.
Pero, ¿por qué ocurre esto? ¿Podemos hacer algo para evitarlo o prevenirlo? ¿Qué nos dicen los estudios actuales?
Sabemos que la aparición de la miopía depende de factores genéticos y ambientales. Un niño con dos padres miopes tiene más probabilidad de serlo también que si tiene un solo padre miope.
Actualmente cada vez se sabe más sobre la influencia de los factores ambientales, de mayor importancia al ser los que se pueden modificar. Estudios de investigación animal y epidemiológicos en humanos han obtenido pruebas de la importancia de la exposición a la luz natural suficiente en la infancia como factor de protección frente a la miopía. Estudios recientes hablan del riesgo de crecimiento ocular más rápido (y por tanto de aparición de la miopía) en niños con exposición a luz natural intensa inferior a una hora diaria.
También parece ser importante trabajar de cerca en un entorno correctamente iluminado, a una distancia y posición adecuadas y con un alto contraste del texto. Podría ser beneficioso, igualmente limitar las horas de trabajo de cerca, incluyendo los dispositivos electrónicos, en los niños con más factores de riesgo.
Otros métodos posibles para la prevención de la progresión de la miopía, usados con resultados desiguales, son las lentes bifocales, los fármacos como la atropina (con efectos generales desconocidos a largo plazo en los niños) y la ortoqueratología (lentes de contacto rígidas de uso nocturno y geometría inversa). Estas lentes parecen aportar resultados interesantes, aunque aún hacen falta estudios que evalúen su eficacia y efectos secundarios a largo plazo, así como un posible efecto de repunte. Así mismo, también hacen falta más estudios y evidencias para conocer la eficacia de las lentes de contacto de adición periférica, pensadas para evitar el desenfoque periférico existente en los ojos miopes por su forma alargada, que algunos estudios identifican como posible causa del crecimiento del globo ocular.
En resumen, actualmente conocemos muchos datos acerca de la miopía, pero aún queda mucho camino para encontrar un tratamiento que controle de forma fiable, eficaz y segura la evolución de la enfermedad.
Dra Herrero