Aunque cada vez es menos frecuente, todavía algunas personas que son diagnosticadas de cataratas y que precisan ser operadas para mejorar su visión, se sorprenden de que sea necesario implantar una lente intraocular y se sienten incómodas por el hecho de tener que introducir en el ojo un elemento ajeno o “extraño” al propio ojo. Siempre les causa temor la posibilidad de “un rechazo” a esa lente.
A pesar de que la cirugía de cataratas se lleva realizando desde hace siglos, la historia de las lentes intraoculares empezó a partir de mediados del siglo XX. Harold Ridley, un oftalmólogo londinense, se planteó la necesidad de sustituir el cristalino que se extraía durante la intervención de cataratas por otra lente “artificial”. Esta idea surgió a raíz de una acertada pregunta hecha por uno de los estudiantes del hospital donde trabajaba, y venía a resolver uno de los problemas que aparecían tras la cirugía de cataratas: la afaquia o ausencia de cristalino.
El cristalino es la lente transparente que tenemos en el interior de nuestro ojo, por detrás del iris y delante del vítreo, y que sirve para enfocar objetos a distintas distancias. Si extraemos el cristalino sin sustituirlo por otra lente, el ojo se queda con una graduación aproximada de +10 dioptrías, lo cual es muy difícil de corregir con gafas o lentes de contacto, con lo que la calidad visual del paciente queda muy mermada. Esto era lo que ocurría con los pacientes que se operaban hasta hace unas décadas.
Los problemas principales con los que se encontraron los pioneros en el desarrollo de las lentes intraoculares fueron dos: encontrar el material idóneo para fabricarlas y buscar la situación ideal dentro del ojo. Harold Ridley había observado durante la 2ª Guerra Mundial, que los pilotos de la RAF heridos en los ojos con restos de fragmentos de la cubierta transparente de sus aviones, no presentaban reacciones intraoculares inflamatorias ante la presencia de esos cuerpos extraños, es decir, era un material inerte y compatible con los tejidos oculares. El material de estas cubiertas era PMMA (polimetilmetacrilato) y con él se fabricaron las primeras lentes. La primera se implantó en diciembre de 1949, pero tuvo que ser extraída posteriormente. Fue el 8 de febrero de 1950 cuando se implantó de forma definitiva y con éxito la primera lente intraocular.
En cuanto a la localización donde implantarlas dentro del ojo, se pasó por distintas generaciones de lentes para llegar finalmente a las de soporte capsular que son las que se usan de forma mayoritaria actualmente. La FDA de Estados Unidos de Norteamérica aprobó su uso definitivamente en 1981. En la actualidad se implantan lentes intraoculares de distintos materiales y en distintas localizaciones dentro del ojo, que ya nos permiten una rehabilitación visual completa, para ser independientes y no necesitar el uso de gafas.
Pero de esto hablaremos en un próximo post.
Doctora Herrero
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